Pablo Neruda, Oda a la Tierra
Noviembre es el mes en que la huerta se llena de vida. Los días se alargan, el sol calienta y las plantas responden con fuerza. La primavera ha madurado y el verano se asoma; es tiempo de plantar, regar y disfrutar del trabajo al aire libre. Cada semilla puesta en la tierra en este mes será fruto en los meses venideros: tomates, zapallos, pepinos, berenjenas y albahacas que perfumarán nuestras cocinas y mesas.
Preparar la tierra: el secreto está en el compost
Antes de sembrar, la base de toda buena huerta es un suelo sano. Agrega compost maduro o guano bien descompuesto para nutrir la tierra y fortalecer la vida microbiana. El compost mejora la estructura del suelo, mantiene la humedad y evita que se compacte.
Cubre luego con mulch —paja, pasto seco o hojas— para conservar la humedad y evitar malezas. Este sencillo gesto es clave para enfrentar el calor que se avecina y reducir el consumo de agua.
“El compost es la alquimia de la naturaleza: transforma lo que sobra en lo que da vida.”
Qué sembrar o plantar en noviembre
El calor suave y los días largos hacen de noviembre el momento ideal para llenar la huerta de colores y sabores:
Hortalizas de fruto: tomate, pimentón, ají, pepino, berenjena, zapallo italiano, sandía, melón y porotos.
Hortalizas de hoja: lechugas, acelgas, espinacas de verano, rúcula y albahaca.
Aromáticas: orégano, tomillo, menta y ciboulette.
Si cuentas con plantines ya formados, plántalos al atardecer y riega abundantemente. En el caso de los zapallos, melones o porotos, puedes sembrar directamente en el suelo templado.
Riego y cuidados naturales
El agua se vuelve protagonista en esta época. Riega temprano en la mañana o al caer la tarde para evitar evaporación y estrés hídrico.
Un sistema de riego por goteo te ayudará a mantener la humedad sin desperdiciar agua. Con el calor aparecen también los pulgones y mosquitas blancas. En lugar de pesticidas, usa infusiones naturales de ajo, cebolla y ají, o jabón potásico. Son seguros, efectivos y respetuosos con los polinizadores.
Una huerta viva es una huerta feliz
Plantar es mucho más que producir alimentos: es crear un ecosistema. Las flores como caléndulas, lavandas o albahacas atraen insectos beneficiosos y ahuyentan los dañinos. Cada lombriz, abeja o chinita cumple un papel esencial en el equilibrio natural. La huerta es una escuela viva: enseña paciencia, observación y gratitud. Nos recuerda que todo lo que damos vuelve multiplicado.



