Guardaparques, una relación recíproca con la naturaleza.

En la precordillera pircana, entre cuencas y cerros, junto al cauce serpenteante del Río Clarillo, se despliega la labor de quienes custodian uno de los pulmones verdes nativos más importantes de la Región Metropolitana: el equipo de guardaparques del Parque Nacional Río Clarillo

Si bien su quehacer ha sido comúnmente asociado a la conservación y resguardo de las áreas silvestres protegidas, su sentido debe comprenderse más allá: por ejemplo, saben leer la montaña, comprenden los ciclos vitales, apuntan a la coexistencia con la naturaleza y reconocen sus propias dinámicas. En cada caminata, tarea o patrullaje, entrelazan conocimientos técnicos, saberes locales y una sensibilidad forjada en la convivencia íntima y cotidiana con el entorno. Es una posición dual, la que el académico del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, Jorge Razeto, describe con precisión: “Los guardaparques están situados entre la academia y la comunidad local, siendo un poco de ambos, pero distintos a cada uno de los anteriores”.

Esa posición se refleja en el equipo de Río Clarillo, cuyo arraigo y pertenencia al territorio es un rasgo distintivo de su labor. Muchos de sus integrantes provienen de Pirque, de familias campesinas y arrieras que conocen de primera mano los ritmos del cerro, las historias de antaño de sus paisajes, y las particularidades de los ciclos de floración y migración de la fauna local. Al respecto, Luis Pizarro, guardaparques del parque, nos cuenta: “Recientemente, vimos un abejorro nativo, el Bombus dahlbomii, que había desaparecido de la zona. Este abejorro ha sido desplazado por una especie traída desde Europa, el Bombus terrestris, que fue introducida para polinizar invernaderos”.

Este conocimiento técnico y a la vez situado, abre la puerta a pensar en modelos de conservación más dialógicos, enraizados en las prácticas locales que componen el ecosistema del parque. En esa línea, por ejemplo, el uso y manejo de caballos en los patrullajes que realiza el programa de protección, liderado por Luis Cortés, más que una cuestión de funcionalidad, representa la continuidad de modos tradicionales de habitar y transitar el paisaje.

La labor de los guardaparques se organiza en distintos programas que velan por el cuidado del parque desde diversas perspectivas. El programa de Diversidad de la Naturaleza, por ejemplo, se encarga de instalar cámaras trampa para registrar la presencia de carnívoros (entre ellos el puma, el zorro culpeo y de quique), además de realizar el anillamiento de aves mediante redes de captura conocidas como “redes niebla” (Fotografía 3). Sin embargo, como menciona Luis Pizarro: “La verdadera ciencia no está, por ejemplo, en colocar las cámaras trampa, sino en saber llegar allá arriba (hacia la montaña) para ponerlas, con todos los esfuerzos y conocimientos prácticos que se necesitan”.

A diferencia de otros parques del país, en Río Clarillo también existe el programa de Obras y Mantención liderado por muchos años por Eduardo Veliz, quien precisamente este año se jubila después de 37 años trabajando por la naturaleza (Fotografía 5 y 6). En este caso, los guardaparques están encargados de construir senderos, refugios en la montaña para los patrullajes y la infraestructura necesaria para que los visitantes puedan recorrer el parque con comodidad y seguridad.

Además, el equipo mantiene un vínculo cercano con la comunidad a través del Programa de Educación Ambiental a cargo de Eduardo Colipe: visitan colegios para realizar charlas, apoyan actividades dentro del parque, como la tradicional Procesión a la Virgen, la cabalgata familiar y coordinan el acceso con distintos grupos del sector, reconociendo al parque también como un espacio habitado y vivido por los lugareños.

Por otra parte, su trabajo no se limita a cuidar el parque, sino que se sostiene en una relación recíproca con la naturaleza. Los guardaparques cuidan, pero también son cuidados por ella: en el silencio del bosque, en los pequeños detalles del paisaje y en los cantos y movimientos de las aves que marcan los ciclos de la vida silvestre. Su labor invita a abrir los sentidos, a atender las experiencias más sutiles y a reconocer cómo la naturaleza enseña a habitar.

Bajo ese sentido, se enmarca la actividad conocida como “baños de naturaleza”, a cargo de Elsa Peralta, que es una experiencia inmersiva en la que los participantes se dejan guiar por el entorno, dejando que los sentidos se abran al paisaje y generando impactos positivos en la propia salud. Al respecto, Ismael Sarmiento nos comparte que: “Los baños de naturaleza no enseñan nada en el sentido tradicional. Es la naturaleza la que debe hablar, la que debe hacer sentido. Nosotros solo somos guías”. En suma, se trata de un ejercicio de atención y conexión, donde la naturaleza invita a detenerse, percibir y dejarse afectar.

Cada 30 de septiembre, en el Día Nacional del Guardaparques, se celebra este compromiso con la naturaleza y con el territorio. En Río Clarillo, ser guardaparques significa formar parte de un entramado de prácticas, identidades y vínculos que mantienen vivo un patrimonio natural y cultural que nos pertenece a todas y todos. Esta conmemoración nos recuerda la importancia de reconocer su labor desde un marco que valore tanto sus saberes, sus experiencias y aportes, así como su relación con la naturaleza.

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