Pepita Muñoz: Canto, tradición y resistencia

Cantora, payadora, cultora y artesana. Angélica “Pepita” Muñoz ha hecho de la poesía popular su forma de vida, llevando la tradición chilena desde Pirque a escenarios nacionales e internacionales. Con la misma fuerza con la que improvisa un verso, defiende las raíces culturales de la comuna y el derecho a vivirlas con orgullo.

Por Amanda Contreras M.

El apodo que hoy la acompaña nació años atrás, en plena adolescencia. Pepita recuerda que fue durante un acto escolar en Puente Alto, cuando la profesora la invitó a cantar frente a todo el liceo. “Empecé a cantar y se quedó todo el liceo callado. Fue muy bonito, porque pude cantar con un público inmerso en lo que yo estaba haciendo”, rememora. Al bajar del escenario, la profesora le dijo: “Eres una pepita de oro”. Desde entonces, ese nombre se convirtió en su apodo y en la forma en que todos se referirían a ella.

Su relación con el folclor comenzó temprano, inspirada por la obra de Violeta Parra. “Partí cantando y enamorándome de la obra de Violeta Parra cuando tenía 13 años. Desde entonces no paré nunca más de cantar”. Ese camino la llevó desde pequeños festivales parroquiales en Pirque, donde obtuvo su primer premio como autora, hasta integrarse a peñas y encuentros en distintas localidades, siempre con guitarra en mano y la convicción de que la poesía popular debía seguir viva.

El arte de improvisar

La vida de Pepita dio un vuelco en los años 90, cuando conoció al payador Santos Rubio. “Con él aprendí la poesía popular y luego me convertí en payadora. Llevo 21 años en esto y estoy convencida de que soy la única payadora de la provincia Cordillera”. Desde entonces ha cultivado un oficio exigente: el de improvisar versos con métrica, rima y contenido frente a un contrincante.

“La paya no es tirarse una rima en septiembre, como mucha gente cree. La paya es un diálogo en verso, de dos o más personas, totalmente improvisado y con estructura poética. Rimamos en octosílabos, con rima consonante y en décimas. Es mucho más complejo de lo que se piensa, y eso la hace hermosa”, explica Pepita.

Hoy forma parte del Colectivo de Payadoras Feministas de Chile, un espacio que ha permitido visibilizar a mujeres en un mundo históricamente dominado por hombres. “Es tan bonito saber que puedes expresarte como mujer sin tener tapujos para hacerlo. Con tu voz, con la forma poética, puedes expresar también el sentir de muchas mujeres que sienten que no lo pueden hacer. Y al final, todas podemos hacerlo”, cuenta con una sonrisa.

Más que folclorista: cultora

Pepita se define a sí misma como cultora tradicional, más que como folclorista. Además de cantar y payar, es artesana en el Pueblito de Artesanos de Pirque, titiritera certificada por la UNESCO, guía local reconocida y pertenece a la agrupación Anfitriones Pirque y también a NATIVOZ, la primera cooperativa turística y cultural de la comuna. Uno de sus mayores orgullos es ser la creadora del primer sendero poético en áreas silvestres protegidas del país, ubicado en el Parque Nacional Río Clarillo.

“Fue increíble porque nosotros queríamos proponer un sendero poético y cuando llegamos a CONAF, ellos nos iban a pedir exactamente lo mismo. Fue como una coincidencia maravillosa”, recuerda. Así nació este recorrido donde la flora nativa se explica también a través de la décima, uniendo naturaleza y poesía en un mismo relato.

Su creatividad también la ha llevado a participar en proyectos culturales de mayor alcance. Actualmente, forma parte de Clarillo: una experiencia biocultural frente al cambio climático y de Susurros, un proyecto poético que rescata la historia de El Principal desde las voces de sus propios habitantes. “Es un trabajo hermoso, porque habla de los troncos familiares, de cómo el río ha ido marcando nuestra identidad. La idea es mantenernos fuertes y hermosos como nace en el parque, y no como termina acá abajo, débil y contaminado”.

La importancia de las tradiciones

Con 58 años y más de cuatro décadas dedicadas al canto y a la poesía popular, Pepita mantiene una visión crítica sobre la cultura en la comuna. “Es lamentable que Pirque siga manteniéndose tan al margen de su propia tradición. La gente oriunda va dejando de manifestar sus costumbres para no incomodar, y eso no debería ser así. Nadie cuida lo que no conoce, por eso es tan importante que los niños y jóvenes sepan de dónde vienen”.

Para ella, la tradición no es una pose ni un personaje, es una forma de estar en el mundo: “A veces me siento como caracol que anda con su casita en la espalda. Uno también anda con una tradición en la espalda, porque tienes que mantener el nervio todos los días. No es una moda, es algo que se vive”.

Además, plantea que la pérdida de espacios públicos y comunitarios ha limitado la transmisión de la cultura local. “Se acabaron los lugares donde antes podíamos andar a caballo o hacer vida comunitaria, y la gente ha dejado de expresar sus tradiciones para no incomodar. Pero no debería ser así, porque vivimos en una zona rural. Mantener vivas estas costumbres es parte de nuestra identidad, y sin ellas corremos el riesgo de olvidarnos de quiénes somos”.

Una voz que trasciende

Su calendario artístico la llevará este septiembre a participar en un homenaje poético en el Museo Casa Colorada, en Santiago, aunque durante todo el año participa de diferentes actividades artísticas. “Hay que tener fortaleza porque no todo el tiempo es bullante; la gente de repente no entiende qué diablos es lo que hace una payadora, y uno tiene que estar constantemente educando sobre lo que es”, cuenta la cultora.

Con los pies en Pirque y la voz por todo Chile, Pepita Muñoz es un testimonio vivo de la fuerza de la poesía popular. Su mensaje final es sencillo y profundo a la vez: “Somos seres iguales, somos naturaleza, somos lo que somos porque así nos hemos construido. Seamos felices y no molestemos a nadie”.

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